Un martes de verano, caminando por Sarmiento, alrededor de las once de la mañana, se me acerca un tipo alto, flaco ("desgarbado” es la palabra), con el pelo revuelto y entrecano, que acusaría unos cuarenta años, barba desprolija de varios días, vestido con un conjunto Adidas azul y mocasines marrones y, escupiendo al hablar, me dice:
“Pibe, ¿conocés algún puterío por acá?”
Cada vez que me veo envuelto en un plan patético, me acuerdo de ese tipo y me siento un poco mejor.
Pueden usarlo.
“Pibe, ¿conocés algún puterío por acá?”
Cada vez que me veo envuelto en un plan patético, me acuerdo de ese tipo y me siento un poco mejor.
Pueden usarlo.