Sebasg1973
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Hace mucho tiempo, cuando la nación Mohawk (El pueblo de la Piedra) aún acampaba a orillas del lago Keniatio (Ontario), un grupo de niños, siete exactamente, quisieron formar una organización secreta. Por la noche se reunían alrededor del fuego pequeño del Consejo, allá donde el bosque muere en las aguas del lago, y danzaban al ritmo de los tambores.
Un día, el pequeño Jefe sugirió hacer un banquete en su próximo Consejo ante el Fuego. Cada uno de los siete muchachos debía pedir a su madre algo de comida para llevar al banquete. Un muchacho pediría sopa de maíz, otro carne de venado, otro mazorcas, y así uno tras otro. Al día siguiente, todos solicitaron de su madre las viandas deseadas y a cada uno de ellos les fue rechazada la petición. Todas las madres dijeron a sus hijos que en casa había suficiente comida y que no tenían necesidad de comérsela en el bosque.Los pequeños guerreros se sintieron muy infelices al no conseguir la comida para el banquete nocturno. Llevaban las manos vacías y el corazón triste.
Aquella noche se reunieron junto al lago, en su lugar secreto de danza. El pequeño Jefe dijo a sus guerreros que danzasen lo más fuerte que pudieran. Les dijo que mirasen al cielo mientras lo hacían. Y les dijo que no volvieran nunca la vista atrás, ni aun cuando les gritasen sus padres que volvieran a casa. Diciendo esto, cogió su tambor de agua y mientras lo golpeaba, entonó una melodía llena de poder. Una canción de brujo. Los muchachos danzaron y danzaron. Y mientras ejecutaban los movimientos, sus corazones parecían aligerarse de peso y pronto olvidaron sus problemas.
La melodía aumentó su ritmo y en seguida los muchachos sintieron que sus cuerpos danzaban en el cielo. Sus padres les vieron bailar sobre las copas de los árboles y les ordenaron que regresaran. Un joven danzarín que volvió la vista atrás, se convirtió en una titilante estrella. Los demás, al poco tiempo se convirtieron también en estrellas pequeñas y parpadeantes y quedaron prendidas del cielo.Así, cuando un Mohawk ve las estrellas de la Pléyade crepitar y danzar en la noche, durante los fríos del invierno, dice: "Los pequeños guerreros están danzando con fuerza esta noche." Danzan para siempre sobre los poblados iroqueses. Y cuando danzan exactamente encima de nuestros techos, ha llegado el momento del Banquete del Año Nuevo iroqués.Y esto sucede durante la Luna del Año Nuevo (enero o febrero).Los ancianos iroqueses cuentan aún hoy esta historia a sus nietos cuando ven brillar algún cuerpo celeste. (*)
(*) Fuente: Cuentos de los indios iroqueses, Miraguano Ediciones, Madrid, 1988.
Un día, el pequeño Jefe sugirió hacer un banquete en su próximo Consejo ante el Fuego. Cada uno de los siete muchachos debía pedir a su madre algo de comida para llevar al banquete. Un muchacho pediría sopa de maíz, otro carne de venado, otro mazorcas, y así uno tras otro. Al día siguiente, todos solicitaron de su madre las viandas deseadas y a cada uno de ellos les fue rechazada la petición. Todas las madres dijeron a sus hijos que en casa había suficiente comida y que no tenían necesidad de comérsela en el bosque.Los pequeños guerreros se sintieron muy infelices al no conseguir la comida para el banquete nocturno. Llevaban las manos vacías y el corazón triste.
Aquella noche se reunieron junto al lago, en su lugar secreto de danza. El pequeño Jefe dijo a sus guerreros que danzasen lo más fuerte que pudieran. Les dijo que mirasen al cielo mientras lo hacían. Y les dijo que no volvieran nunca la vista atrás, ni aun cuando les gritasen sus padres que volvieran a casa. Diciendo esto, cogió su tambor de agua y mientras lo golpeaba, entonó una melodía llena de poder. Una canción de brujo. Los muchachos danzaron y danzaron. Y mientras ejecutaban los movimientos, sus corazones parecían aligerarse de peso y pronto olvidaron sus problemas.
La melodía aumentó su ritmo y en seguida los muchachos sintieron que sus cuerpos danzaban en el cielo. Sus padres les vieron bailar sobre las copas de los árboles y les ordenaron que regresaran. Un joven danzarín que volvió la vista atrás, se convirtió en una titilante estrella. Los demás, al poco tiempo se convirtieron también en estrellas pequeñas y parpadeantes y quedaron prendidas del cielo.Así, cuando un Mohawk ve las estrellas de la Pléyade crepitar y danzar en la noche, durante los fríos del invierno, dice: "Los pequeños guerreros están danzando con fuerza esta noche." Danzan para siempre sobre los poblados iroqueses. Y cuando danzan exactamente encima de nuestros techos, ha llegado el momento del Banquete del Año Nuevo iroqués.Y esto sucede durante la Luna del Año Nuevo (enero o febrero).Los ancianos iroqueses cuentan aún hoy esta historia a sus nietos cuando ven brillar algún cuerpo celeste. (*)
(*) Fuente: Cuentos de los indios iroqueses, Miraguano Ediciones, Madrid, 1988.