Guillermo es inteligente hasta para despedirse
Christian Leblebidjian
La portada de LA NACION Deportiva del martes 28 de marzo de 2006 lo tuvo, una vez más, como la figura de un superclásico. Guillermo Barros Schelotto posó en el parquet de la Bombonerita y le puso título a un deseo: "Ojalá le dé más tapas a Boca". Es que el día anterior, al Mellizo le había alcanzado con diez minutos en la cancha para llevar a Cáceres a cometerle el penal que estaba buscando. Una vez más, gracias a la picardía al servicio del equipo, el N° 7 salvó a Boca de una derrota segura ante River.
El último domingo, hace poco más de un año de aquella tapa, Russo apenas le dio la mitad de los minutos que le había dado Basile ante el mismo adversario y escenario. Muy poco para despedirse a lo grande. Y en este análisis no se trata de privilegiar la figura del Mellizo por encima de las necesidades de Boca. Una y otra iban de la mano. A partir de aquella tapa de 2006, Guillermo tuvo que apelar a la paciencia como forma de vida para no exteriorizar la bronca generada porque los DT de turno lo relegaban a un tercer plano. El, muy objetivo de la situación, nunca cuestionó a Rodrigo Palacio, el delantero titular. A tal punto que lo define como el mejor delantero del fútbol argentino y lo siente como un heredero.
El enojo del Mellizo pasaba porque los DT -salvo La Volpe, que le dio algunas chances- lo tuvieron como la tercera alternativa. Basile prefería al Chelo Delgado; Russo, a Marioni. Había decidido irse de Boca a mitad de 2006, aunque la ida del Coco al seleccionado le abrió una ilusión para la continuidad. Pero La Volpe duró apenas 88 días... Su calendario se agotaba y él no pensó en la plata o en su lucimiento personal. Quería -quiere- retirarse jugando.
Hoy, en las palabras que marcaron un "hasta luego" con las paredes de la Bombonera, el Mellizo se mezcló con las imágenes del 97, cuando peleó por un puesto con Caniggia, Sergio Martínez, el Pájaro Hernández, Latorre y Rambert; las del 98 con Palermo y el campeonato invicto del Apertura, el primer título de los 15 que conquistó en diez años; las ganas de jugar más minutos ante Real Madrid; el gol en el baile a Vasco da Gama en la Copa 2001, en Brasil; el partidazo ante Bayern Munich; los tres goles a Paysandú, en Belem; el desquite ante Milan; el duelo con el banco millonario en aquella semifinal ante River en un Monumental sin hinchas de Boca y los goles al eterno rival. Algunos capítulos.
Barros Schelotto, máximo ídolo xeneize en la actualidad, no necesitó esta vez fabricar un penal o definir otro clásico ante River para irse ovacionado. Sabe que volverá como DT, pero no se dejó llevar por el ofrecimiento tentador de Macri para ocupar el banco xeneize cuando se fue La Volpe. Sabía que no era su momento. Hasta para despedirse lo hizo con sabiduría, ya que pidió que los hinchas no insulten a Russo: "Nadie tiene la culpa de esto. Fue mi decisión".
La Bombonera lo despidió con los mismos aplausos que en marzo de 2006. Esta vez no necesitó hacer nada. Guillermo ya había hecho por Boca, como jugador, todo lo que estaba a su alcance.